Aparicio Saravia en Masoller: «la patria es la dignidad arriba y el regocijo abajo»

Hace unas semanas estuvimos recorriendo algunos parajes en el norte del país y de paso fuimos a conocer la historia de Aparicio Saravia en Masoller, el lugar donde el general fue herido de muerte
La historia de Aparicio Saravia en Masoller está dentro del imaginario colectivo de muchísimos uruguayos y ni que hablar de gran parte de la colectividad Blanca. Incluso nos atreveríamos a decir que el lugar donde fue herido de muerte el general tiene más presencia en nuestra mente que la Revolución de 1897 por ejemplo, donde Saravia impuso condiciones.
Hace unas semanas estuvimos visitando el Valle del Lunarejo en el departamento de Rivera, un lugar precioso del Uruguay, ubicado en la ruta que une a ese departamento con Artigas. A pocos quilómetros de allí se encuentra Masoller, el lugar que tiene un simbolismo muy especial en la historia nacional.
Ya haremos mención a la importancia histórica de Masoller y el nuevo rumbo que tomó nuestro país a partir de la muerte de Aparicio, pero antes es importante señalar que las historias que hacen a nuestra identidad hay que cuidarlas más. Realmente la presencia de las huellas de nuestra identidad son pobres en Masoller. Por momentos, uno de los lugares más sagrados del Partido Nacional, da pena, causa tristeza y la referencia a la historia se pierde en parcelas de olvidos.
La Batalla de Masoller sucedió en 1904 y significó un momento drástico de Uruguay. Sin embargo en el lugar da la sensación que la historia de nuestro país apenas estuvo allí, como un espacio olvidado, casi desterrado.
Es que cuando uno comienza a comprender pedacitos de nuestra propia historia, percibe matices que se acurrucan sombríos en los rincones más alejados del Uruguay. Aparicio Saravia fue un líder rural y contó como enemigos al Partido Colorado, bastión capitalino, y también a integrantes del propio Partido Nacional (el directorio también estaba en Montevideo).
Eso podría explicar en parte el ostracismo que se percibe en Masoller. Los colorados enemigos furibundos del gran caudillo intentaron alejarlo de las evidencias de sus propios errores políticos, mientras que dentro de los blancos el ala herrerista tampoco realza la figura de un general que bregaba por los desposeídos del campo bajo la consigna de «aire libre y carne gorda». En el siglo XX tuvimos un gobierno blanco y en estos momentos del siglo XXI estamos en la mitad de otro. Masoller sigue tan olvidado como con los gobiernos de Sanguinetti y Batlle o de Vázquez y Mujica.
Aparicio Saravia es un nombre que se destaca en algún momento de elección nacional, donde sus estandartes y ponchos sirven para sumar algún voto en el interior del país. Pero su presencia es cada vez más simbólica, como si molestara su mensaje en los laberintos del poder montevideano.
Así lo evidencia Masoller, un paraje triste, sin vida, casi sin presencia. Solo está el recuerdo identitario de una muerte que generó en el país el triunfo de José Batlle y Ordóñez y la aceleración de los cambios «modernos» en Uruguay. La muerte de Aparicio coincide con la creación del primer frigorífico y fue derrotado por fuerzas militares llegadas en ferrocarril y comunicadas por el telégrafo, dirigidas por un presidente sentado en su oficina, al decir de los historiadores Caetano y Rilla.
A menos de un quilómetro del pueblo está el monolito a Aparicio Saravia y su mensaje sigue cada vez con mayor vigencia. Es un fragmento de una carta que le escribió a su hermano, quien curiosamente peleaba a favor del partido de gobierno, de los colorados. En ella intentaba explicarle que su lucha era por la patria y no por los histriones de la política: «La patria es el poder que se hace respetar por el prestigio de sus honradeces y por la religión de las instituciones no mancilladas, la patria es el conjunto de todos los partidos en el amplio y pleno uso de sus derechos, la patria es la dignidad arriba y el regocijo abajo«.
Ese mensaje parece que cada día que transcurre se pierde un poco más en nuestra visión de país, al igual que sucede lo mismo con Masoller y nuestra memoria. Rescatar este mensaje es simplemente contemplar en quiénes nos vamos convirtiendo, cada vez más distanciados de comprender que «la patria es el conjunto de todos… en el amplio y pleno uso de sus derechos«, a pesar de que el mundo parezca tomar un rumbo distinto.
La patria es la dignidad arriba, de quienes conducen, decía Aparicio, pero la patria es algo más, es el regocijo abajo, la felicidad de los que menos tienen. No se construye verdadera democracia sin felicidad.
Ya lo decía Hipólito Yrigoyen: «la democracia no consiste solo en la garantía de libertad política; entraña a la vez la posibilidad para todos para alcanzar un mínimo de felicidad». La herida que recibió Aparicio Saravia en Masoller debe recordarnos, no lo trágico de su muerte, sino la vigencia de su mensaje, donde sus palabras embriaguen las almas que no comprenden que la felicidad y el regocijo es un derecho de todos y no herencia de unos pocos.