Cerro del Cura en Lavalleja: hermoso paraje del Uruguay

El Cerro del Cura en Lavalleja es un hermoso paraje del Uruguay. Con una vista singular sería un paseo formidable para toda la familia. Vale aclarar que es una propiedad privada y está restringido el acceso
El Cerro del Cura en Lavalleja es un lugar precioso de nuestro país. Queremos remarcar que es una propiedad privada y no está permitido su acceso. De todos modos nosotros no sabíamos esa disposición y lo subimos, aunque al llegar a la cima nos percatamos que algo no estaba bien.
En las redes sociales (en Instagram) habíamos visto imágenes de personas en la cima del Cerro del Cura en Lavalleja. Este cerro está ubicado a unos 10 quilómetros de Minas y presenta una altura aproximada de 150 metros, algunos dicen que llegaría a los 200 metros sobre el nivel del mar. Los datos no son muy claros. Lo cierto es que al ver las imágenes de personas que habían subido el cerro decidimos hacer lo mismo. Pero cometimos un error como contaremos a continuación.
El Cerro del Cura se llama así debido a que un sacerdote católico, Genaro Amantea, intentó construir una casona en la cima de la colina, donde la vista sin dudas es espectacular.

Al llegar a la ciudad de Minas consultamos al GPS sobre cómo llegar al lugar. A unos 10 quilómetros de la capital departamental está ubicado este cerro tan especial. El GPS nos hizo llegar a un punto donde no había acceso directo al cerro. Eso nos llamó la atención. Además tampoco vimos a otras personas subiendo, lo cual nos llamó aún más la atención.
Con ese panorama decidimos ir hacia atrás y volver al camino principal para buscar una entrada que nos permitiera acceder al predio. Al cabo de un quilómetro vimos una «tranquera» de metal, pintada de blanco, pero tenía una cadena con candado. Además, como dijimos, no veíamos a nadie subiendo, solamente vacas y ovejas.
Avanzamos otro poco y le preguntamos a una niña ingresando a su casa que estaba a unos 300 metros de la entrada del Cerro del Cura. La niña nos dijo que era propiedad privada y que no se podía entrar. Nos pareció raro, ya que habíamos visto varias imágenes en internet de personas que lo habían subido.
En ese momento pensamos que era una situación similar al Cerro Catedral. Habíamos ido hace pocos días al punto más alto del Uruguay, donde también es propiedad privada y el dueño tiene la amabilidad de permitir el ingreso al lugar. Obviamente que nos equivocamos, aunque cuando nos dimos cuenta ya era tarde.
Volvimos al punto donde nos había dejado el GPS. Saltamos un primer alambrado y nos pareció ver un camino.

El supuesto camino que vimos no era tal. Como mucho algún sendero de animales. Además a los cien o doscientos metros nos topamos con un barrial. El cerro es cortado por una corriente de agua y se ve que con las lluvias el terreno se presentaba muy inundado.
Ahí nos preocupamos más porque empezaba a resultar evidente que el acceso no era muy común y por lo tanto la niña tenía razón. Decidimos continuar avanzando, pasamos por otro alambrado y ahí sí el terreno estaba seco pero, ya en la base del cerro, empezaba a empinarse.

Como la subida es bastante empinada decidimos ir serpenteando el cerro. Al mirar hacia atrás la vista se vuelve cada vez más majestuosa. Al fondo y a lo lejos se puede ver el Cerro del Verdún.
No habíamos ido con calzado adecuado ya que pensábamos que era un paseo corto debido a la altura del cerro. Pero para subir demoramos más de una hora, tomando en cuenta el trayecto entre el auto y la cima del cerro.
El terreno es muy rocoso y hay muchas piedras sueltas. Así que alguno se fue resbalando cada tanto. De todas formas la subida es bastante accesible y la vista cada vez más magnífica.

Al cabo de un rato nos aproximamos a la cima del Cerro del Cura, donde se podía ver la construcción. En un principio pensábamos que esa era la casona del cura pero al llegar nos dimos cuenta que no. De hecho se pueden apreciar muros de piedra, donde sin dudas el sacerdote católico buscaba construir su casa.
Al llegar arriba confirmamos todas nuestras sospechas. La propiedad estaba cercada, tenía un perímetro de alambres y cables, parecido a un cerco eléctrico. Allí no había ningún otro visitante. Como nosotros llegamos por la parte de atrás pensamos que podía llegar gente desde otro tramo del lugar, pero no. La niña tenía razón, era una propiedad privada y no estaba permitido subir.
Al darnos cuenta de nuestro error decidimos bajar enseguida, aunque al girar la vista el paisaje se volvía increíble.

Allí, aparte de darnos cuenta de que no se podía subir, también cambiamos el rumbo de regreso. Optamos por el camino más largo, ir hacia la «tranquera» de metal, ya que entre ella y la cima había un camino que era transitado por autos.
El camino estaba en zig zag. Pero evitábamos el barro y las rocas. Ya sentíamos el cansancio y el sol empezaba a caer, al igual que el frío.
Comenzamos a descender despacio, nos cruzamos con ovejas que recién habían parido y con ganado. Un toro nos miró fijo y nos asustamos. Para colmo uno de nosotros estaba de rojo, lo que nos causó mayor temor.
Una mulita se nos cruzó en el camino también, al igual que una liebre que se fue rápido dando saltos.
Casi llegando a la portera vimos un auto estacionado en el camino y a un hombre que descendió de él. Nos esperaba en la puerta. Pensamos que podía ser el propietario y era claro que teníamos que pedirle disculpas.
Le preguntamos si era el dueño y nos dijo que no. Era un vecino que estaba muy molesto con nosotros debido a que habíamos ingresado en una propiedad privada. El vecino claramente tenía razón y obviamente le pedimos disculpas e intentamos explicarle nuestra confusión inicial. «Pensábamos que era como en el Cerro Catedral«, le dijimos. Pero su enojo siguió en ascenso y hasta nos amenazó con sacarnos a tiros si nos veía otra vez por la zona.
Si bien el «vecino molesto» tenía razón, la amenaza estuvo de más. Es entendible que para muchos lugareños debe ser agotador ver personas ingresando a una propiedad privada de forma «clandestina». Nosotros no éramos delincuentes ni nada parecido. En todo caso llamaba a la policía y listo.
Por supuesto que asumimos nuestro error y por ello queremos invitar al dueño a comer un asado en el mejor barrio de Montevideo a modo de compensación. De paso también intentaríamos convencerlo de que el Cerro del Cura se abra a visitantes aunque sea en los fines de semana, como ocurre con el Cerro de las Ánimas, por ejemplo, y cobrando entrada.
¡¡¡Sería un paseo familiar estupendo!!!
Mientras tanto a seguir contemplándolo desde el camino. Vale la pena pararse a sus pies en una zona con muchos paisajes hermosos, plagada de cerros y atardeceres formidables.