La desnudez de Patricia Madrid y Sergio Puglia: el pequeño fascista que todos llevamos dentro

La desnudez de Patricia Madrid y Sergio Puglia: el pequeño fascista que todos llevamos dentro
La desnudez de Patricia Madrid y Sergio Puglia: el pequeño fascista que todos llevamos dentro

Tras las afirmaciones realizadas por los dos comunicadores el viernes pasado en el programa Polémica en el Bar, el Profesor Rafael Suárez nos presenta su nueva columna de opinión: La desnudez de Patricia Madrid y Sergio Puglia: el pequeño fascista que todos llevamos dentro

La desnudez de Patricia Madrid y Sergio Puglia: el pequeño fascista que todos llevamos dentro

Decía Umberto Eco hace unos años sobre el fascismo: «puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo. Libertad y liberación son una tarea que no acaba nunca«.

Hace unos pocos días el programa Polémica en el Bar contó con la participación del virólogo Juan Cristina, quien se refirió una vez más al tema de la vacunación contra el COVID a los efectos de mantener controlada la pandemia y evitar el surgimiento de variantes del coronavirus. Más allá del debate sobre la eficacia de las vacunas (ver artículo de la revista científica The Lancet al respecto) o sobre la opinión del premio Nobel de Medicina Luc Montagnier, quien plantea que son las vacunas las que provocan las nuevas variantes, el cierre del programa tuvo un condimento preocupante, yo diría hasta desgraciado.

En los últimos minutos el comunicador Sergio Puglia puso el énfasis y la responsabilidad sanitaria en los no vacunados y los convocó a «creer en la ciencia y en el sistema«, como si los argumentos del 60 % de los que no se dieron la tercera dosis no fueran científicos.

Pero ese no es el punto principal. El eje de la cuestión, la gran nota de la noche, fue la intervención inmediata de Patricia Madrid: «Si no creen, hay que aislarlos«, aseguró y luego agregó: «Los metería a todos en una camarita«. (¿Camarita de gas tal vez?).

«Los vacunados deberíamos andar libres y a los no vacunados, que realmente representan un peligro para la sociedad, aislarlos«, enfatizó la comunicadora. Puglia ejemplificó y consintió con lo que sucede en Austria.

La desnudez de Patricia Madrid y Sergio Puglia por un lado es para aplaudir. Al fin llega el momento del desenmascaramiento, la desocultación, la impronta en sí mismo, la esencia rancia del egoísmo más puro basado en el miedo más terrible, la doble moral ya no disimulada.

Todo el discurso liberal que se transmite en los medios de comunicación se derrumbó en apenas dos minutos de intervención. En el fondo, soy liberal, respeto tu opinión, acepto las miradas diversas, siempre y cuando no me sienta perjudicado por ellas. Allí se impone la censura, el aislamiento, el encierro, la discriminación, el apartheid moral.

Eso es lo que hace un régimen fascista.

En la lógica fascista la verdad ya ha sido anunciada y son ellos los que detienen el avance de cualquier nuevo saber. No importa que los contagios en el mundo aumenten en los países más vacunados, no importan los casos de miocarditis o trombosis. No hay espacio para una nueva verdad, la verdad es la del discurso oficial y son ellos quienes, alegóricamente, lo representan.

A Goebbels se le adjudicaba una frase potente: «cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola«. Si en la frase cambiamos la palabra cultura por personas no vacunadas se mantiene el sentido en las palabras desnudas de Patricia Madrid y Sergio Puglia. A los no vacunados en el fondo hay que hacerlos desaparecer, molestan, obstaculizan el fluir de los «normales», de los «adaptados».

Para el fascismo el desacuerdo es traición decía Umberto Eco

Y eso es lo que reflejan las palabras de ambos comunicadores. Y ni hablar de la editorial anterior de Gerardo Sotelo invitando a censurar abiertamente a quienes opinan diferente del discurso oficial. Los que están en desacuerdo son «lunáticos» que hay que apartar de la sociedad, que hay que aislar, encerrar. Son los enemigos sociales que hay que recluir en «una camarita», al decir de Madrid, o como en Austria, al decir de Puglia.

Lo importante es que desaparezcan.

Para Umberto Eco el «fascismo surge de la frustración individual o social. Lo cual explica por qué una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, desazonadas, por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de los grupos sociales subalternos». Esto lo explica de forma excelente el sociólogo uruguayo Rafael Bayce (ver entrevista en nuestro portal).

La desnudez de Patricia Madrid y Sergio Puglia refleja su frustración egoísta, su individualismo enérgico, su desazón generada por una crisis sanitaria internacional que les destrozó su zona de confort. Y para recobrarla ya no les importa la convivencia con el otro, la empatía, la solidaridad, el entendimiento social; hay que discriminar, hay que aislar. Lo importante para ellos, y para quienes los aplaudieron en los hogares uruguayos, es recobrar su satisfacción personal, «la gloria perdida», dirían Hitler o Mussolini.

Tal vez el mecanismo más macabro del fascismo es el control mediante el asedio exterior e interior. Hitler lo tenía muy claro. Un país asediado es un país controlado. En el plano local los judíos se transformaron en los enemigos del Estado y a nivel exterior se instaló la xenofobia contra los países liberales y comunistas. Siguiendo el paralelismo, para Patricia Madrid y Sergio Puglia ante el asedio de un virus creado en el extranjero, a nivel interno los que no se vacunaron son los enemigos del Estado, hay que erradicarlos, «meterlos en una camarita«. ¿Cómo hizo Hitler con los judíos? Pero también se instala la «xenofobia» al turista que podría llegar no vacunado, aunque no es el caso en nuestro país. Los enemigos externos e internos están delimitados y de allí en más hay un paso hacia el abismo.

Recordemos que para el fascismo, como en cualquier Estado totalitario, el pueblo no tiene derechos. Para Patricia Madrid y Sergio Puglia dónde quedan los derechos de los no vacunados? Desde qué lugar se paran las personas que discrepan con una vacuna que continúa siendo experimental y que no detiene los contagios como se puede ver en Europa?

Esos derechos son aplastados por la frustración individual de los uruguayos que creen que los enemigos son los no vacunados. La creencia de que aislar a los no vacunados es la solución se puede ubicar en la misma línea que tenían algunos alemanes al sostener que eliminando a los judíos se resolvían los problemas del imperio. La alegoría es la misma y la lógica también.

A los que no creen, hay que aislarlos, afirmó Patricia Madrid.

Al desocultarlo, al romper el arquetipo de la Sombra al decir de Jung, se muestra la verdadera perversión. El sentimiento de superioridad se manifiesta, el sentimiento de poder deja de mantenerse latente y se expresa en su forma más virulenta: hay que aislarlos. Es el pequeño fascista que todos llevamos dentro.

Desde el punto de vista de la ética democrática estamos jugando con un fuego cada vez con más llamas. Uno podrá estar de acuerdo o no con la vacunación, podrá estar de acuerdo o no con determinados argumentos científicos respecto a las ventajas o desventajas de la inoculación, pero cuando se da un paso de este tipo, cubierto de falsa libertad de opinión y de expresión, comienzan a lacerarse los derechos individuales y de allí el rumbo a tomar es sencillamente oscuro, denostado de todo afán democrático y lejos de cualquier valor de respeto por sí mismo y por los demás.

El viento que comienza a soplar es cada vez más denso en un mundo que lentamente nos empuja hacia la hiperinflación (cómo van a hacer los Estados para pagar sus deudas públicas), hacia la fragmentación social y hacia la insatisfacción crónica como diría el economista Hamilton. Ese viento que sopla en todas direcciones, solamente traerá devastación si no se transforma a tiempo y se carga de los atributos que nos hacen más humanos.

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