Nuestro homenaje al barrio La Mondiola
El año pasado cumplió los 110 años. Por eso aprovechamos un texto lujoso de Luis Albornoz para brindar nuestro homenaje a La Mondiola, un barrio de nuestro Montevideo que persiste entre Buceo y Pocitos
La Mondiola, por Luis Albornoz
Una cuestión de suma importancia cultural, es establecer los límites, las leyendas y mitologías, que hacen a la identidad del barrio La Mondiola. Empecemos por los límites aceptados y los límites discutidos.
Sobre los límites occidentales, hay dos posiciones. La más amplia, considera que debe tomarse como límite a la calle Gabriel Pereyra. Sin embargo, me afilio a la posición ortodoxa y restringida, que sostiene que el límite debe establecerse en Pagola, hasta que ya sea por Payán o preferentemente por La Gaceta, entronque con Rivera. Eso deja afuera, a prestigiosos cines como el “Savoy” y el “Arizona”, pero mal que le pese a muchos, nuestro cine era el “Star Palace”, después renombrado como “Villa Dolores”, sito en Francisco Muñoz esquina Julio César, al lado de donde más tarde se instalase el citado anteriormente y polémico bar, “La Pocha”.
El límite norte, es claramente la Avenida Rivera. Esto introduce una zona de litigio, con nuestros vecinos de Villa Dolores, pero hay que considerar que ellos son como nuestros hijos, un desprendimiento aceptado por cuestiones de crecimiento. Igual les tenemos un cierto cariño y compartimos zonas comunes y liberadas, como el ex-Zoológico, que ya tiene una punta que se llama “Parque de la Amistad”, denominación que en el futuro, abarcará a todo el predio y donde se celebrarán las bacanales, las bataholas y se dirimirán todas nuestras diferencias, que no son pocas. Allí también, se localiza el “Planetario”, que no permite ver gran cosa, pero que frente a estas escaramuzas de barrio, hay que entenderlo como un símbolo que permite mirar más lejos y sobre todo, más alto. También hay que señalar, que el antiguo Club Miramar, cuya sede estaba frente a la Plazoleta Viera, es nuestro, aunque aceptamos compartirlo con los villa-doloreños. Y esto se debe, aunque se ha tergiversado la historia (como en tantas cuestiones), a que es el legítimo heredero de los aún más antiguos “Oriental Pocitos” y “Uruguay Pocitos”.
El límite oriental, también está claro, es el antiguo camino Larrañaga, hoy Luis A. de Herrera. Con la excepción hecha de un meandro, una protrusión, casi un divertículo, que es el antiguo predio del Fermín Ferreira, hoy Montevideo Shopping. Ese predio es nuestro, si bien admitimos que los del Buceo, también le tengan saudade, aunque saben en el fondo, que pertenece a los pueblos originarios, es decir, a nosotros.
El límite sur, es claramente el Río de la Plata. Acá hay que hacer una precisión, respecto a la avenida principal, el antiguo camino “Del Puente”, luego calle “Gral. Artigas” y hoy conocida como “26 de Marzo”. Esa calle que era la que unía el Centro, Punta Carretas y el Pocitos Viejo, con el balneario Carrasco, es muy importante por varios motivos. El primero, es que se ha introducido una diferencia artificial entre el sur y el norte, como si fueran barrios distintos, cuando en realidad, todo el sur de 26, no era más que las dunas de acceso a la playa.
El segundo y el más importante, es que en 26 y lo que hoy es Julio César, había un Almacén de Ramos Generales, rodeado de un monte de eucaliptos, en los que se colgaban los fiambres y en particular, las bondiolas. De ahí, surge la deformación tana de decir “Mondiola”, que terminaría siendo el nombre del barrio. También hay que decir, que gran parte de los clientes del citado Almacén, eran los picapedreros que trabajan en la cantera de granito, propiedad del relativamente poco conocido Francisco Piria y que se extendía desde la hoy calle Juan P. Laguna hasta 26 (ese es el motivo, por el cual, si Ud. baja por Julio César al sur, tiene a la altura de la mencionada calle, una pronunciada bajada).
Finalmente, el tercer motivo aludido, es que a la altura de Julio César, 26 se bifurca en Benito Blanco. En esa esquina, hace unos años, hemos plantado bandera y refundamos a “La Mondiola”, poniendo una plaqueta y con la consigna “Pocitos, go home”. La calle bifurcada desemboca en la Plaza de las Lavanderas y a propósito hay que decir, que el llamado “Camino de los Hormigueros” no se llama así por referencias a las hormigas (que como todo el mundo sabe, no viven en los arenales), sino en referencia a las motas de las negras lavanderas que usaban “los pocitos” de los múltiples arroyos de la zona, en la noble tarea de lavar las mugrecillas de los que vivían de Pereyra “para allá”.
Cerramos este capítulo, con dos notas. La primera, es que debido a esos arroyos y pocitos, había una fauna diversa y particularmente, ranas. Ese es el motivo, y constituye la segunda nota, por el cual ese animalejo es el símbolo del barrio, tal como fue recogido en el tango “Garufa” (letra de Fontaina y Soliño, música de Collazo), que fue estrenado en 1928 y en el que, “rana” es sinónimo de “avivado”. Y en el que “garufa” significa “parrandero” acomodado (“bacán”), con pretensiones de bailarina de cabaret (“bataclana”), por haber hecho suceso con un “gotán”.
Todo lo último, es nada más alejado, de la dedicación al trabajo, al estudio de las artes y de las ciencias, y a la modestia proverbial, que caracterizan a los habitantes de esta zona, que sólo levantan la voz para decir una vez más, “Pocitos, go home”. Y para dejar sentado el reclamo, que los porteños no nos afanen el gotán y no conviertan a la calle “San José”, en un ignoto “Parque Japonés”.