SER PLAYERO

Por Pablo Zouain

El siguiente artículo abarca un tema complejo y profundo para los vecinos del barrio. ¿Qué entendemos por «ser playero»? Más allá de separar las aguas entre Malvín y Unión Atlética, Zouain se encarga de brindarnos una mirada académica de ser hincha de «la playa».

Malvín y Unión en el barrio

Malvín y Unión en el barrio

 

Advertencia del autor

Cuando el equipo de CiudadMalvín.com me sugirió presentarle este escrito para su sitio web, lo primero que me vino a la mente fue la necesidad de explicitar qué es la antropología, algo que –no dudo- la mayoría de los lectores se preguntarán. Muchos acuerdan en considerar a la antropología como una ciencia más entre las humanidades, sin embargo algunos otros no dudarán en calificarla como una variante de la literatura, un particular género narrativo. En pocas palabras, la antropología consiste en el estudio del hombre y sus creaciones -es decir- de la cultura. Desde una perspectiva marcadamente cualitativa, micro, dónde la observación participante es el método de trabajo por excelencia, la antropología constituye un intento por comprender al otro.

En particular, el presente trabajo contiene algunas reflexiones respecto al fenómeno de la identidad. Reflexiones originadas a partir de mi concurrencia a los partidos de básquetbol en que juega Malvín, así como entrevistas a hinchas del equipo, en el marco de un trabajo de pasaje de cursos en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. A los efectos de su publicación en ésta página web -y para volver la temática menos árida a los lectores- he optado por eliminar varios capítulos, presentando los objetivos originales de mi investigación y algunas conclusiones abreviadas. Espero los comentarios que, sin lugar a dudas, contribuirán a la mejor construcción de un conocimiento compartido.

La construcción del Playero.

Partida

Durante los años 2003 y 2004 concurrí a los encuentros que disputaron los equipos de básquetbol de Malvín y Unión Atlética (UA) en el marco del Torneo Federal de Primera División. Todos los encuentros (dos en 2003 y cuatro en 2004) se realizaron en lo que se denomina “cancha neutral”, ninguno de los escenarios propios de dichos equipos sino, en esas oportunidades, el Palacio Peñarol.

Amor por los colores

Amor por los colores

Los clubes Malvín y UA presentan una particularidad interesante y es que compiten dentro del mismo barrio –Malvín/Malvín Nuevo-, lo que a juicio de la mayoría de la afición constituye sus encuentros en un “clásico” (el “clásico de la playa”, según la prensa), un partido con manifiesta rivalidad dónde se ponen en juego diversos elementos simbólicos identitarios. En particular lo que a mí me interesó es la representación que los simpatizantes del equipo de Malvín tienen sobre sí mismos a partir del contacto con esos otros cuya mayor diferenciación “objetiva” a primera vista es, quizás, el diseño de la camiseta.

Me pregunto cuáles son los rasgos distintivos, atributos, que este grupo de personas entiende que los caracterizan. ¿Qué elementos habilitan esa visión sobre ellos mismos? ¿Cómo se ha construido esa imagen y cómo se valida o refuerza?

Arribos

Para Pujadas (1993) conceptualizar la identidad remite al contraste, a la diversidad, siendo resultado de la objetivación y auto-conciencia de los grupos humanos. Nosotros designará siempre a los Hombres que, con diversas valoraciones positivas asociadas (libres, verdaderos, originales), suelen estar por encima de los demás y no entre los demás. “Generalmente pasamos por una oposición más o menos consciente entre nosotros mismos y los otros, entre el grupo y la sociedad, la civilización a la cual pertenecemos –conjunto primigenio, arquetípico, constituído y unificado- del que se distinguen los agregados exteriores innumerables, confusos, extraños, e indudablemente peligrosos.” (Pujadas 1993: 16)

Augé sostiene que el sentido social “no se actualiza más que en enunciados particulares, al especificar las relaciones entre las diferentes partes de la vida social” (Augé, 1996: 34). Asimismo, el sentido social se ordena en torno a dos ejes, un eje de pertenencia o de identidad y un eje de la relación o la alteridad, es del entrecruzarse de ellos de dónde obtendremos una construcción del “playero” lo más aceptable posible.

A pura pasión

A pura pasión

A partir de estos presupuestos básicos, podemos señalar que los hinchas del Club Malvín (autodenominados “playeros”) se definen como aquellos que pertenecen al barrio Malvín (son “malvinenses”), demarcándolo en forma subjetiva sin respetar los límites naturales de la zona (Parque Barofio/Molino de Pérez, por ejemplo). Conciben al barrio como su lugar (“me identifico” “lo siento mío”), en oposición al resto de la ciudad (“fuera de esos límites ya no me siento parte”) al cual incluso desvalorizan (“zonas aledañas”). El barrio se relaciona directamente con “los amigos”. Señalan como puntos centrales la escuela pública, el liceo 31, la plaza Chopin –frente al club- o los canteros de Concepción del Uruguay con sus correspondientes partidos de fútbol y, por supuesto la presencia del Club Malvín. En definitiva todas instancias de socialización al interior del barrio que se viven como excepcionales (“Esto no existe en otro barrio”, “No sé si todos los barrios tienen un club así”) y que se justifican en términos particulares (“Es mi historia”). El límite conflictivo del barrio está dado por la rambla Concepción del Uruguay dónde comienza el territorio de Unión Atlética, el clásico rival.

Hinchas del barrio

Hinchas del barrio

Respecto al Club, coinciden en que es de suma importancia en la vida barrial, tanto en términos de inserción como de socialización. Sin embargo, podemos distinguir que para ellos existirían dos etapas en la vida del Club: la primera, claramente asociada a la identidad del hincha de Malvín, que refiere a un pasado mítico (un club fundado en el barrio, por gente del barrio y que integraba personas del barrio, cuyo objetivo era el básquetbol, dónde existía la figura del socio y el compromiso que esa adhesión supone) y una segunda etapa –a partir del emprendimiento empresarial “Orbita”, implementado en 2001- que asume un quiebre de la identidad dónde la figura del socio es desplazada por la del usuario (un otro muchas veces foráneo, indeseado), lo que denota una falta de compromiso con la institución, y que se percibe como la desaparición de “la familia malvinense” en favor de un relacionamiento en términos empresariales y de servicios antes que comunitario y colectivo. No obstante esto, terminan por reconocer la importancia que significó dicho cambio para el crecimiento del club.

La hinchada, ese grupo de playeros, se define en términos de “la gente que va al básquetbol” y que se siente involucrada fundamentalmente con la primer etapa, son los depositarios de la identidad del club constituyéndose en un arquetipo. Son los que cantan y saltan, los que tiran papelitos, todos aquellos que “juegan” (“sufren”, “viven”) los partidos a su manera (“como quieren” o “pueden”). Es gente “linda” que siente “la misma pasión durante 40 minutos”. No arman líos -si lo hay es porque lo empieza otra hinchada- “la gente de Malvín no es así”. A diferencia de los hinchas de Unión Atlética, los hinchas de Malvín quieren la camiseta, la sienten. Esos otros no son hinchas, son “allegados”, no sienten la pasión y siguen a su equipo por lo que “lo rodea” (todos elementos de carácter negativo: porque los arriman, por las drogas, por estar “perdidos”) y eso los vuelve inconstantes, lo que es percibido como una falta de identidad de su parte. Además, Unión Atlética tiene su origen fuera del barrio, esto deviene en un falso origen que restaría representatividad. El hincha de Malvín lo ve, entonces, como un equipo “perdido”, que no pertenece al barrio y cuyos valores están trastocados lo que le imbrinca una inestablidad tanto histórica como emocional, esa inestabilidad se refleja en sus hinchas quienes, ante los ojos playeros, devienen “barra brava”.

Breve mención aparte para el tema del nombre propio –el lugar de inscripción social- en tanto elemento simbólico destotalizador que opera sobre la propia identidad y la cuestión del otro en forma central. Así, un playero nunca aceptará de buen grado el mote de “gaviota” por parte de un rival, mientras que el grito de “Malvín, Malvín” de la tribuna azul reclama para sí la pertenencia a la vez que niega representatividad a ese otro, “azulgrana”, hincha de “Unión Patética”.

Siguiendo a Berger y Luckmann (2003) vemos como la realidad subjetiva -internalizada- de la vida cotidiana del individuo (y del playero) se mantiene porque se concreta en rutinas. Dentro de esos procesos aparecen los otros significantes y los otros menos importantes, todos ellos reafirmarán dicha realidad –y la propia identidad- no sólo implícitamente sino también mediante la confirmación explícita y emotivamente cargada, donde el diálogo se presenta como el vehículo por excelencia para dicho mantenimiento.

Para finalizar, si admitimos que la identidad se construye en la relación con el otro -en las fronteras sociales y simbólicas que los grupos establecen y que muchas veces se presentan difusas, borrosas- acordamos con Balandier (1993) en que esa la relación nunca se constituye de una vez por todas, sino que es una construcción que siempre está por hacerse y rehacerse, y “la antropología debe ser la pedagogía de esta constitución”.

Pablo Zouain, 2004.

zouain@adinet.com.uy

Bibliografía

Augé, Marc, El sentido de los otros, Paidós, Barcelona, 1996.

Balandier, George, “El otro, el extranjero, el extraño”, en Revista Occidente, Nº 140, 1993.

Berger, P. y Luckmann, T., La construcción social de la realidad, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2003.

Goffman, Erving, La presentación de la persona en la vida cotidiana, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1971.

Lévi-Strauss, Claude, La identidad, Ediciones Petrel, Barcelona, 1981.

Pujadas, Juan José, Etnicidad, identidad cultural de los pueblos. Euderama, Barcelona, 1993.

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