Sociólogo Rafael Bayce: «La paranoia de la seguridad y la hipocondría de la salud son los modos contemporáneos principales de control social»

Sociólogo Rafael Bayce: "La paranoia de la seguridad y la hipocondría de la salud son los modos contemporáneos principales de control social por el miedo"
Sociólogo Rafael Bayce: «La paranoia de la seguridad y la hipocondría de la salud son los modos contemporáneos principales de control social por el miedo» (Foto: En Perspectiva)

El Sociólogo Rafael Bayce nos brinda un análisis removedor sobre la situación actual que estamos viviendo respecto a la condición sanitaria, la cual predijo en el 2014. En esta oportunidad le preguntamos sobre las clases medias uruguayas, la adaptación al relato pandémico y el control social que se aplica en la actualidad

Entrevistar al Sociólogo Rafael Bayce es un verdadero privilegio. Es uno de los académicos uruguayos más prolíficos tanto a nivel nacional como internacional. Su mirada sagaz acerca de nuestra sociedad puede apreciarse en diversos escritos. Actualmente escribe con frecuencia en Caras y Caretas y también en la revista digital eXtramuros.

Con mucha amabilidad nos concedió la entrevista que le solicitamos. Decidimos realizarle doce preguntas y las respuestas, debido a su alta calidad académica, son extensas. Por ese motivo decidimos subdividir la entrevista en diferentes entregas.

Hoy compartimos con nuestros lectores la primera parte de la entrevista al Sociólogo Rafael Bayce.

Cuando analizaste la década del 60 en Uruguay señalabas que las expectativas inconclusas de las clases medias fueron, en parte, generadoras por ejemplo del MLN. Siguiendo esa línea de razonamiento, la situación sanitaria actual cómo afecta a las expectativas sociales?

Son situaciones extremadamente diferentes. Las clases medias de los 60 lamentaban la lejanía de sus realidades respecto de sus expectativas sentidas de bienestar económico, de equidad y de igualdad que destilaba el sistema político-social, su ideología. En aquella coyuntura, una parte de las clases medias se afilia a las reivindicaciones y acciones de izquierda y de fracciones electorales zurdas (la intelectualizada), mientras otra se endurece y adopta una actitud represora respecto de la anterior, adhiriendo a fracciones pro-militaristas y represoras (la pequeña burguesía, gruesamente). Esto, en coyunturas de statu quo gobernante de centro o centro-derecha, las normales en las democracias occidentales y hasta latinoamericanas, funciona más o menos dentro de esos esquemas. Pero cuando el statu quo gobernante se vuelve de centro-izquierda, o izquierda, lo que luego empezó a pasar en las democracias, casi todas las clases medias se derechizan, salvo las muy intelectualizadas o directamente comprometidas con el gobierno, el establishment o el statu quo. Es lo que pasó en Brasil con el repudio al PT y la elección de Bolsonaro. Pasó en casi todos los países que tuvieron centro-izquierda gobernante en el siglo XXI; y acá también, aunque con más mesura que en otros lados. El descontento se convierte en voto castigo, siempre; y en esos casos más recientes, no en los 60, se vuelve contra los gobiernos de izquierda.

El efecto de la pandemia sobre las expectativas de las clases medias es mucho más difícil de evaluar o prever porque no hay antecedentes históricos de referencia. Dependerá, creo, de a quién atribuya la gente las responsabilidades por los perjuicios que recibe y las expectativas que se frustran. Normalmente las catástrofes benefician a los gobiernos porque multiplican la dependencia de ellos, del paternalismo estatal y de la demagogia política, que parece ‘ponerse las pilas’ y proteger a todos. Pero no sucede así si la gente cree que la catástrofe tiene parte de culpa gubernamental, o si cree que el gobierno no ha hecho lo que corresponde para paliar la crisis o para superarla. La izquierda ha intentado sacar tajada acusando al gobierno de no paliar ni solucionar convenientemente la crisis pandémica; pero no parece haber podido superar el beneficio que en principio inducen las catástrofes en la idea popular sobre su desempeño, ni tampoco el pregonado y famoso éxito inicial contra la pandemia, ni quizás la posterior vacunación rápida y masiva: todos argumentos pro-gobierno. Aunque el deterioro económico en salarios y poder adquisitivo podrán serlo contra el gobierno. Las clases medias son las que reaccionan con más sensibilidad a todos esos factores; y van para allá y/o para acá en consecuencia.

Tomando en cuenta al sociólogo Merton existen diferentes formas de adaptación social: conformismo, innovación, ritualismo, apatía y rebelión. Qué podés decirnos sobre esas formas y la adaptación al relato pandémico?

Muy oportuno el recuerdo de Robert Merton para esta coyuntura histórica. Su tipología, de 1949 (en libro, hay artículo ya de 1938), no solo es una buena base para entender la variedad de las conductas de adaptación o no a las normas y a las instituciones y personas, sino una importante contribución a la criminología, desarrollando los insumos dejados por Émile Durkheim a fines del siglo XIX: la síntesis será la teoría criminológica de la anomia, una de las más fértiles, sino la más, que continúa desenvolviéndose hasta hoy.

Merton distingue la adaptación ‘conformista’ como aquella que coincide con los fines socioculturalmente hegemónicos y también con los medios éticojurídicamente establecidos para perseguirlos; en oposición al conformismo, distingue conductas adaptativas no conformistas, sino ‘desviadas’, que, o bien divergen de los fines hegemónicos pero no de sus medios (desviación ritualista formal); o bien divergen con los medios pero no con los fines (desviación innovadora); o bien divergen con ambos (desviaciones rebelde –i.e. revolucionarios, terroristas- y retraída –i.e. drogadictos-, dependiendo de la manifestación activa o no de esa divergencia con fines y medios).

Para aplicar estos tipos a la situación actual de pandemia, concentrémonos en la dicotomía básica conformismo-desviación en los medios (innovadora). Reiteremos: es ‘innovadora’ aquella conducta que, en la persecución de fines legítimos, usa medios ilegítimos porque, o bien no posee los necesarios, ‘por derecha’, para obtenerlos, o bien cree que no los posee o que la urgencia instrumental por obtener los fines es más importante que la bondad éticojurídica de los medios usados (y procede ‘de costado’).

Ahora bien, esos medios alternativos escogidos por el desviado innovador, bien pueden producir innovación útil colectivamente, y ser tan necesarios como el conformismo para la evolución social, -por ejemplo a través de la innovación científica-; o bien pueden perjudicar a la colectividad en general, pero proporcionar ascenso social para sus perpetradores, como en el caso del delito. Las sociedades deben admitir cierto grado de conducta adaptativa no conformista, como la innovadora, que, a veces innova de modo útil colectivamente (ciencia), a veces de modo colectivamente perjudicial, aunque parcialmente útil para algunos (delito).

De modo que puede haber conductas, aun desviadas, funcionales a la comunidad pese a ello, como la innovación científica. Pero también puede haber, siguiendo esa misma paradoja, conductas conformistas que sean disfuncionales para el agregado social, como el predominio, el sometimiento y el perfeccionismo ritualista. Talcott Parsons, al revisar la tipología de Merton, en 1949-50-51, clasificó a determinadas conductas conformistas, por ejemplo las compulsivas, como disfuncionales para la sociedad; y a determinadas conductas desviadas como funcionales, en la medida en que las necesidades de cambio –sea de distintas y mejores respuesta a los entornos externos, sea de para implementar la teleología del sistema- hacen necesaria una cierta dosis de desviación innovadora; por ello el sistema social, por medio de la formación educativa, enseña en parte conformidad, en parte innovación.

Determinado grado de compulsividad en el conformismo se vuelve disfuncional, porque inhibe el desarrollo de la innovación y de otros tipos de conducta necesarios, además del conformismo. Parsons tipifica como disfuncionales y hasta desviadas a diversas conductas conformistas compulsivas: predominio, sometimiento, perfeccionismo, ritualismo; conductas micro-conformistas pero macro-disfuncionales.

Todo el modo de administración político-comunicativo del enfrentamiento a la pandemia ha tendido a disminuir el potencial innovador (salvo la investigación farmacológica y la comunicacional, las lucrativas), a alimentar el conformismo compulsivo y sus variedades: de predominio de instituciones y personas sobre otros; de sometimiento a poderes de control ubicuos (seguridad en comercios, instituciones, y transporte); y de observancia perfeccionista maniática de tapabocas, higienización, distancias, encierros e inmovilidades, mucho más allá de su necesidad sanitaria.

Así, proporcionan ámbitos de venganza de estratos dominados sobre personas de estratos dominantes; por ejemplo, el perverso placer vengativo del personal de seguridad en un supermercado, que no tiene capacidad de compra en él, pero que le recrimina el inadecuado uso del tapabocas a un cliente cuya capacidad de compra despierta en él resentimiento, envidia y odio de estrato, del que se venga con su supuestamente altruista y obligada advertencia. Así también funciona, por ejemplo, la perversa fruición en la prohibición -sin proporcionar explicación- con la que un agente de tránsito le impide el paso y desvía, demorándolo, a un auto ricacho que pretendía pasar como siempre.

Las medidas sanitarias elegidas para supuestamente enfrentar la pandemia, y los mecanismos sociales micro de su aplicación cotidiana, son ejemplos de persecución de conformismo de modos disfuncionales para el todo social que normalmente se beneficia del conformismo en principio y ceteris paribus, pero que se vuelve disfuncional cuando, por compulsivo, puede inhibir el desarrollo de actitudes diversas al conformismo pero que también contribuyen socialmente; como vimos, la innovación científica, en principio desviada del conformismo, pero tan necesaria para el movimiento progresivo de la ciencia y la evolución social.

Ese disfuncional conformismo compulsivo instalado, micro funcional, macro disfuncional, no solo tiende a inhibir toda desviación útil, como la innovación en general, -salvo la lucrativa conformista- sino que produce también una radical incomprensión de la ciencia como conjunto de verdades provisorias en progreso; se la piensa, enmarcada en ese conformismo compulsivo, como un conjunto de dogmas revelados, eternos, infalibles, del orden de las normas y creencias religiosas, aunque sean casi su reverso histórico.

Si se hubiera esgrimido la ciencia, durante toda la historia, tal como se la malentendió y malentiende durante el manejo comunicacional de la pandemia, aun estaríamos arrojando niñas vírgenes a los cráteres para impedir la ira volcánica de los espíritus, porque eso era lo que se creía correcto y operativo en ese entonces; o seguiríamos pensando el universo como centrado en la tierra, o que no podía haber nada más veloz que un carro de caballos o un trirreme, o ningún medicamento mejor que las cataplasmas y las ventosas. El dogmatismo inmovilizante es fortalecido por el conformismo compulsivo, tipología creada por Merton y perfeccionada por Parsons, abundantemente nutrida político-mediáticamente durante esta socioculturalmente regresiva pandemia, desastrosa económica y psicosocialmente, con costos que serán ampliamente mayores que los beneficios masivos eventualmente logrados.

Fernando Andacht

En una entrevista reciente al semiólogo Fernando Andacht destacaba que uno de los fines de la situación sanitaria es el control social. Cuál es tu visión al respecto?

Totalmente de acuerdo con Fernando Andacht. Como enseñó el jefe de la Luftwaffe nazi Herman Goring, que conocía al dedillo la magna obra de fines del siglo XIX de Gustave Le Bon ‘La psicología de las multitudes’, la gente se domina con gran facilidad a través del miedo, y así ha sido en toda la historia (las religiones son uno de esos productos históricos, y tienen gran poder de control).

En nuestro tiempo, son 2 los miedos que producen control y sometimiento a quienes son los que supuestamente tienen los medios para combatir las causas de esos miedos: el miedo a la inseguridad físico-patrimonial, y el miedo a la pérdida de salud biológica (enfermedad/dolor/muerte); promovidos exactamente por quienes se beneficiarán de ellos.

La paranoia de la seguridad y la hipocondría de la salud son los modos contemporáneos principales de control social por el miedo.

Yo estudio todo esto desde mediados de los 80, con publicaciones, cursos y actividad mediática desde ese entonces. Les nombro un solo título sugestivo de un artículo mío de Brecha 1991: “Asústese de dejarse asustar”. Son mucho más temibles la paranoia y la hipocondría resultantes de la instalación de los miedos, que los motivos y causas esgrimidas para generar esos miedos.

Serían sólidamente peores que la sustancia de los miedos: a. la hipocondría en el cotidiano y la interacción interpersonal; b. la crisis económica todavía invisible en plazos mayores; c. el desastre psicosocial, especialmente en la formación psíquica de los niños; d. el conformismo compulsivo, ya visto; e. una visión dogmática e inmovilizante sobre la ciencia, revisada; f. la amputación del debate social, sustituido por una neo-inquisición político-mediática; g. peor aprendizaje educacional a todos los niveles; h. sometimiento a los dueños de la comunicación, de la tecnología comunicacional, las plataformas, y a sus lucros; i. es la antesala perfecta a la dominación cotidiana de las conductas y pensamientos por las neurociencias y las ciencias sociales, que nos espiarán y ordenarán desde la pantallas móviles y la conectividad maximizada.

Las novelas distópicas de Huxley, Orwell y Skinner, hechas realidad y superadas por post y transhumanistas, extraviados Prometeos y Faustos. La pandemia, tal como fue y es, será un nuevo peldaño en esta locura distópica que, para peor, es creída como utópica y necesaria consecuencia de la historia.

Hace casi 40 años que estudio todo eso: advertí, desarrollé cómo se instalan el miedo y la desmesura, preví la pandemia ya en 2014, la reconocí inmediatamente como lo que es: ‘Riesgo bajo, miedo útil, gran negocio’ como rezan mis artículos en CarasyCaretas y Extramuros de marzo y abril del 2020, seguidos de muchos más, acá y en el exterior.

Para ver la segunda parte de la entrevista clic aquí!

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