Villa Serrana y su magia
Viajar a Villa Serrana por el día o por unos días es una experiencia mágica. Realmente es un espacio de nuestro país sencillamente maravilloso. Este pueblo ubicado en las Sierras de Minas sin dudas te va a cautivar.
[bdotcom_bm bannerid=»3598″]
Cada tanto Ciudad Malvín sale del pago y se va a recorrer lugares del paisito o incluso del exterior. En esta oportunidad nos tocó viajar a Villa Serrana.
Ya hemos compartido nuestras vivencias en los siguientes viajes:
- Sierras de Mahoma en San José
- El Chuy y la Fortaleza de Santa Teresa
- Nuestro viaje a Buzios y Río de Janeiro
Hoy llega el turno de nuestra última salida del barrio Malvín. Nos fuimos a Villa Serrana, en Minas, a 145 kilómetros de Montevideo, casi la misma distancia que a Punta del Este.
En lo personal era la primera vez que iba a ese lugar de Lavalleja. Lo que hice para empezar es ver cómo llegar a Villa Serrana. Tomé la rambla, luego Avenida de las Américas, Ruta 101 y en la rotonda antes de llegar a Pando, llegó el turno de la Ruta 8. Salvo por la presencia de varios camiones, el tránsito se vuelve relativamente ágil, sin grandes demoras, a no ser en la entrada a la ciudad de Minas donde allí se enlentece por algunos minutos.
En menos de dos horas estábamos a la altura de Villa Serrana. La entrada es ondulante y tienes algunos kilómetros de cemento y luego de tierra. Ya te vas dando cuenta que el paisaje presenta alteraciones que lo hacen único, donde el relieve se vuelve maravilloso.
Lo que más llamó la atención en este primer recorrido para llegar al lugar de encuentro de Villa Serrana fue la presencia constante de vacas y caballos en el camino que unía la ruta con el paraje, donde fue necesario aminorar la marcha en las subidas y bajadas que lo caracterizan.
Al llegar al principal punto de encuentro de Villa Serrana nos sorprendimos por su belleza. Es un lugar simple y lleno de magia. La serenidad del lago contrasta con el agua alborotada que emerge desde la pequeña represa en la zona denominada «Baño de la India», llamado de esa forma por una leyenda que narra que en ese lugar frecuentaba bañarse una preciosa india que terminó hundida en sus aguas al verse acorralada por un peligro inminente.
La vista descansa en el paisaje y en la tranquilidad que vibra en el lugar. Villa Serrana tiene paz, tiene equilibrio y cuenta con una energía que te invade desde los pies a la cabeza, provocando dejar de lado el celular y maravillarse con la naturaleza.
Ni los fanáticos amantes del Pókemon Go podrían resistirse a un paisaje tan simple y sereno. Es que en Villa Serrana se respira armonía en todos sus rincones.
Nos quedamos un largo rato entre los valles de los arroyos del Penitente y Marmarajá, admirando y descubriendo un paraje que, según cuenta la historia, fue fundado en 1945.
Según datos de la Liga de Fomento de Villa Serrana hacia el año 1796, el Gobernador de Montevideo, Antonio Olaguer Feliú, le otorga a Francisco Pérez Fontán una amplia zona de campo, que incluía, obviamente, la actual ubicación de Villa Serrana.
Los extensos campos otorgados a la familia Pérez Fontán no fueron afectados por la “ley de tierras” dictada por Artigas en 1813, donde fundamentalmente perjudicaba a los enemigos de la revolución.
Más de 100 años después, el 16 de Abril de 1945, se constituye Villa Serrana S.A., que un año más tarde, adquiere una serie de tierras a los herederos de la familia Pérez Fontán.
El objetivo era construir un poblado turístico con ciertas características de descanso en contacto con la naturaleza e inspirados en construcciones de estilo europeo.
En ese sentido se afirma que «los señores Eduardo Acevedo, Antonio Rubio, Felipe Gil, Federico Crocker, Ángel Ugarte, Gonzalo Cortinas y Joel Petit de la Villon fundaron Villa Serrana S.A. con ímpetu y decisión de transformar la comarca en un centro de turismo con características propias, de serranías y campo, para disfrutar de la paz de un entorno idílico».
El plan urbano fue aprobado por la Intendencia y desarrollado por el arquitecto Julio Vilamajó. En ese sentido se destaca que Vilamajó fue consciente de las particularidades de la zona, por lo que «no solo atendió los detalles de la urbanización, sino que planificó todo lo relativo a la conservación de la naturaleza».
De alguna manera el enclave del lugar y la impronta de Vilamajó, dejaron una herencia arquitectónica extremadamente singular. Las casas son de una construcción armónica con la naturaleza y donde la tendencia ecológica predomina en las distintas obras.
En nuestra visita en este mes de agosto pudimos ver cómo se estaba construyendo una casa con techo ecológico, cosa que en lo personal me llamó mucho la atención ya que desconocía ese tipo de construcción con césped en la «azotea».
Cada casa posee una vista única, no importa el lugar, es imposible no maravillarse en ese valle. Situados en las cumbres o a nivel del agua, los paisajes te emboban, te dilatan el tiempo sin perder la frescura y la sorpresa de la magia. Su noche clara y abierta despierta todos los sentidos al comprender con mayor claridad el mundo de las estrellas.
En ese sentido, se afirma que hacia el año 1997 el astrónomo y docente Gonzalo Vicino, crea el observatorio “Eta Karinae”, aprovechando la claridad del cielo de Villa Serrana, ya que es inexistente la contaminación lumínica. En cada mes de Enero, se conmemora en ese lugar el día del astrónomo amateur.
Gonzalo Vicino, que está radicado en Montevideo, viaja constantemente a Villa Serrana para instruir en el mundo de la astronomía a grupos de escuelas y liceos que lo visitan con cierta frecuencia.
Villa Serrana tiene su magia para recibir a sus visitantes. Nadie escapa a ella. En la inmensidad de las cierras su paisaje brilla y te hace brillar.
En 1958, se encomienda al arquitecto Enrique Stewart Vargas, comisionado por la Liga de Fomento de Villa Serrana, el diseño y la construcción de la represa sobre el arroyo Miraflores, la cual mide unos 120 metros de largo y 13 metros de altura, lo que provoca la formación del lago en el área central del lugar.
Años después, también a pedido de la Liga de Fomento de Villa Serrana, Stewart Vargas, concibe y edifica la represa del “Baño de la India”, de menores proporciones, formándose un pequeño lago.
Más allá de esta construcción emblemática de Villa Serrana, la naturaleza está más que presente en el lugar. De hecho la mayoría de las callecitas tienen denominaciones de árboles: Arrayán, Aruera, Canelón, Carobá, Chalchal, Coronilla, Envira, Gazubirá, Lantana, Molle, Sombra de Toro y Tembetarí.
Villa Serrana es un ensamble bellísimo, sencillo, pleno, rústico; un deleite para la paz del alma y un disfrute para las emociones del corazón.
Nos costó volver, ese pegar la vuelta no fue nada sencillo porque el lugar y su gente nos invitaban a permanecer allí.
Es cierto que la magia de Villa Serrana no se compara con los afectos del barrio Malvín, sus callecitas de nombres de ríos, ni su rambla ni sus playas, pero ese paraje de las Sierras de Minas, vale la pena ser conocido y compartido.
Que lo disfrutes!!!